
Nuestros orígenes, lo que aprendemos en casa, puede marcar nuestro futuro. Eso fue lo que ocurrió con los hermanos Lumière. Antoine Lumière, padre de Louis y Auguste, era un retratista que tras irse a vivir a Lyon abrió un estudio fotográfico que pronto se convirtió en un éxito, ya que todo el mundo quería verse en un retrato —era algo así como el selfie de la época—. Con la primera piedra puesta en el camino, los Lumière, quienes crecieron leyendo a Julio Verne, se interesaron rápidamente por seguir los pasos de su padre mientras estudiaban en la escuela técnica de La Martinière y daban rienda suelta a su apetito científico. Porque no lo olvidemos, la curiosidad y el deseo por aprender ha hecho que el mundo evolucione.


Un año antes, los avances de investigadores como Louis Leprince y Thomas Edison empezaron a dar forma a los primeros espectáculos audiovisuales. Fue así como los Lumière, basándose en el Kinetoscopio inventado por Edison, un aparato en el que un espectador echa una moneda y puede ver una película, dieron con la solución para poder grabar y reproducir sobre una pantalla: el cinematógrafo. Sí, seguramente no os suene, pero se pasó de la nada al todo. Con este invento, el cual era una caja de madera con un objetivo y una película de 35 milímetros que se manejaba con una manivela, nació el cine.

Con este prodigioso aparato bajo el brazo, los Lumière se lanzaron a hacer grabaciones de la vida cotidiana que apenas llegaban al minuto. Así, grabaron ‘Salida de la fábrica Lumiere’, ‘El desayuno de un bebé’ o ‘El regador regado’. En un primer momento las proyectaban de manera privada, pero la expectación creció tanto que el 28 de diciembre de 1895 realizaron la primera sesión pública el conocido Salón Indio del Gran Café de París. Exacto, esta fue la primera vez que un grupo de personas pagó su entrada de cine. El primer día solo fueron 33 espectadores, pero entre ellas había una muy especial: George Méliès, quien a partir del invento de los Lumière abriría un nuevo camino, el del cine con argumento y escenas. Por cierto, en las siguientes sesiones sí que hubo grandes colas para ver un montaje que duraba algo más de cinco minutos.
